Ella había agachado la
mirada, como sintiéndose culpable por lo que estaba sucediendo. El esposo sólo
guardó silencio con aires de resignación. Ambos habían venido a mi oficina
pidiendo auxilio pastoral a su agrietada relación conyugal, que desde hace
algunos meses había perdido la magia de tenerse el uno al otro. No era sencillo
encontrar la razón del desencanto, ambos se trataban con respeto, amaban su
familia, les iba bien en los negocios; no había razón explícita que justificara
la situación. En ese momento, ella rompió el silencio y, desde lo que su rostro
ya había anunciado, dijo: Pastor, yo soy la única culpable. Le pregunté por qué
pensaba eso – Porque mi matrimonio está destinado al fracaso – Me dijo. Luego
agregó – En mi familia los matrimonios no duran para siempre. La abuela tuvo
tres maridos y al final quedó sola, mi madre se divorció de mi papi cuando yo
era aún una niña, y mis dos hermanas mayores también están divorciadas. En la
iglesia donde estaba antes, me dijeron que se trataba de una “maldición
generacional” que yo debía romper, pero no sé cómo, y ahora sé que me ha
llegado la hora, la maldición ha llegado también a mi casa – El esposo la
abrazó en su llanto y me miró como rogándome que, en virtud de alguna facultad
espiritual especial, rompa la maldición en ese mismo instante. Luego, con el
alma cansada por llevar sobre sus hombros una carga que no había pedido, me
dijo – Pastor, y la biblia ¿Qué dice sobre las maldiciones generacionales?
Hoy quiero responder a esa
pregunta. No en virtud al cuestionamiento de esta pareja, sino, por el encierro
espiritual que la doctrina de “las maldiciones generacionales” ha ocasionado en
la vida familiar de estas buenas personas y muchas otras.
1. ¿De qué se trata la doctrina de las
maldiciones generacionales?
Esta doctrina enseña que algunas
personas nacen y viven presas de un pecado, conducta, o condición que han
heredado de sus padres o generaciones anteriores. Esto pone a la persona en una
situación irremediable frente a su conducta, pues lo que hace no está
completamente sujeto a su voluntad, sino, a una disposición o maleficio divino
que está castigando a las generaciones por el pecado de algún progenitor del
pasado.
Según los grupos que
defienden esta doctrina, la única manera de romper con estas maldiciones, es
por medio de ciertos rituales de liberación dirigidos específicamente a cortar,
desde la raíz, el pecado que se viene arrastrando generación tras generación. Es
difícil determinar el tiempo y lugar de origen de esta doctrina. Pero su
divulgación ha encontrado lugares fecundos en el ambiente de algunas iglesias
evangélicas que la promueven.
Como esta doctrina no ha
sido sistematizada formalmente, se la puede encontrar con algunos matices. Por
ejemplo, para algunas iglesias radicales, es necesario organizar encuentros,
retiros, o actividades especialmente dirigidas al quebrantamiento de estas
maldiciones, para romperlas completamente. En otras iglesias, la doctrina se
entiende de forma menos rígida, aludiendo que no necesariamente se trata de una
maldición, en el sentido más místico o mágico del término, sino, de un patrón
de conducta aprendida que condiciona a los hijos a la misma conducta pecaminosa
de los padres. Esta segunda opción podría sonar más atractiva y razonable, pero
es igual de peligrosa como la anterior; pues su fundamento bíblico sigue
teniendo el mismo sesgo, aunque pretenda ser una lectura más amigable.
2. ¿Qué dice la Biblia acerca de las
Maldiciones Generacionales?
Debemos avanzar despacio y
con cautela, pues esta pregunta tiene muchas aristas. Por eso, voy a tomarme el
tiempo de explicar brevemente y por separado los conceptos de “maldición” y “generación”
en el contexto bíblico. Luego, nos enfrentaremos a algunos textos donde estos
conceptos aparecen y señalaremos pautas para comprender estos pasajes en su
contexto.
-
¿Qué es una maldición en el contexto
bíblico?
Para el judaísmo bíblico,
y para las culturas circundantes de la época, la palabra no era solamente un
sintagma portador de significado. Ésta tenía un poder que actuaba independientemente
de aquél que la ha pronunciado, pudiendo ser creadora, pero también
destructora. El acto de maldecir, consistía en proferir una sentencia de
aniquilamiento más allá del empleo de la fuerza; más bien, por el poder de la
palabra.
Este principio traspasa el
simple acto de desear mal a alguien, o pronunciar palabras hirientes, o
psicológicamente perniciosas. En la concepción oriental antigua, se trataba de
un maleficio que exponía al receptor a la voluntad de fuerzas suprahumanas destructivas
que, por la maldición proferida, eran movilizadas para su exterminio. Más o
menos, al puro estilo de Maléfica en “La Bella Durmiente”.
En esta concepción, Dios,
o los dioses, están fuertemente relacionados. Pues son ellos quienes hacen
efectiva la maldición. Tal es el caso del “anatema”, aquello que ha sido maldito,
ofrendado, entregado al juicio divino. En este caso, la única esperanza que
existe frente a esta maldición es que la divinidad cambie de parecer, y
arbitrariamente, o por el clamor de sus súbditos, invalide la execración.
La teología del Nuevo Testamento
rechaza esta práctica. Textos como Lc 6,28 (“Bendecid a los que os maldicen…”),
y Rm 12,14 (“…bendecid, y no maldigáis”); muestran su repudio sobre el tema. El
Apocalipsis, cierra su discurso escatológico sobre su visión del nuevo Israel,
afirmando que en ese nuevo reino “no habrá más maldición” (Ap 22,3).
-
El uso del término “generación”
Generación, del hebreo dor, significa duración, denotando
periodo, edad, ciclo, lapso de la vida, un ciclo vital. Pero su uso en la
Biblia tiene muchas veces un sentido figurado y teológico, importante para los
propósitos de nuestro estudio. Por ejemplo, puede referirse a un grupo de
personas que comparten rasgos característicos, como su bondad o su maldad, como
en Gn 7,1 “…a ti he visto justo delante de mí en esta generación”. Pero
también, y más importante, puede usarse para construir fórmulas poéticas, como
la expresión: “de generación en generación”, para decir “siempre” (Sal 49,11;
72,5; Dn 4,3; Jl 3,20; Lc 1,50). O fórmulas legales como: “Hasta la tercera y
cuarta generación”, para graficar la justicia divina que no se sobrepasará en su
corrección, es decir, que no se ensañará para siempre con el pecador (Ex 20,5;
34,7; Dt 5,9). En tiempos anteriores a la influencia griega, se calculaba una
generación en cien años (Gn 15,16 en relación a Ex 12,40); mientras que en el
contexto griego cien años equivalían a tres generaciones.
También es importante
señalar el carácter comunitario con el que se entiende el término “generación”
en el contexto bíblico. En nuestro mundo contemporáneo el término “generación”
se concibe sólo en función del individuo y su descendencia. Sin embargo, en el
contexto semítico antiguo, este concepto trae una connotación colectiva que no
debemos pasar por alto. Aunque puede referirse al linaje propio de alguien, su
comprensión siempre es colectiva, e involucra a la comunidad adherida a su
descendencia y a la sociedad que se construye alrededor de ella.
-
Ahora sí, leamos algunos textos claves
Hemos llegado hasta este
punto señalando dos conclusiones que quiero recordar. La primera, que en la
Biblia sí existe una teología sobre las maldiciones, fuertemente arraigada en
la cosmovisión oriental antigua sobre el poder de la palabra. Esto es
innegable. Y la segunda, que el concepto de “generaciones” es vital en la
comprensión temporal y teológica del pensamiento judío antiguo. Lo que ahora corresponde
averiguar, es si estos dos términos se juntan en algún momento de las Escrituras
generando un único concepto de “Maldiciones generacionales”.
Para esto, revisaremos
cuatro versículos bíblicos que son fundamentales en la teología de las
Maldiciones Generacionales.
Éxodo
20,5-6
5 No te inclinarás a
ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que
visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me aborrecen,
6 y hago
misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Éxodo
34,7
7 que guarda misericordia a millares, que perdona la
iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al
malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los
hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.
Números
14,18
18 Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que
perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente
al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los
terceros y hasta los cuartos.
Deuteronomio
5,9-10
9 No te inclinarás a
ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito
la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de
los que me aborrecen,
10 y que hago
misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Ahora que tenemos aquí
estos cuatro pasajes bíblicos, enumeraré mis observaciones para pueda
distinguirse mejor el análisis y evitar que la lectura sea confusa:
1)
Ausencia
absoluta del término “maldición”
Es
curioso que en los cuatro textos bíblicos fundamentales para la teología de las
Maldiciones Generacionales, el término “maldición” nunca aparezca. Cuando en la
Biblia existe una sentencia de execración, la palabra “maldición” se utiliza
sin ningún reparo (Nm 5,22; Dt 28,20; Jue 9,57). Pero este no es el caso de los
textos que tenemos en frente, ninguno de ellos dice que “Jehová maldice la
maldad de los padres”, sino, que “Jehová visita la maldad de los padres” ¿qué
significa que Jehová “visita”?
En
los cuatro textos, el verbo utilizado es el mismo: פֹּקֵד (pâqad), que no tiene nada ver con
maldición, sino, con una visita, en este caso, hostil, para corregir una
acción. Pretender leer en estos textos un conjuro maléfico es violentar el
pasaje haciéndole decir lo que no dice.
Es
interesante que el autor bíblico utilice el verbo visitar, pues lo que quiere
connotar es que, frente a estos pecados, Dios quiere hacerse cargo de la
corrección, personalmente e íntimamente. Es decir, donde la teología de las
Maldiciones Generacionales ve a un Dios airado lanzando maldiciones al hombre
por su pecado; el autor bíblico ve a un Dios que decide salir al encuentro del
pecador, para visitarlo y corregirlo, pero no solamente a él, sino, para cuidar
que sus generaciones no cometan el mismo error de su padre.
2)
Visita
la maldad, no la reproduce
Por
alguna razón, en la teología de las Maldiciones Generacionales, se ha entendido
la expresión: “visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera
y cuarta generación”, como “Reproduce la maldad de los padres sobre los hijos”.
Y sobre la base de esta mala lectura, se afirma que el pecado de los padres es
reproducido también en los hijos y en su generación, hasta que esa “maldición” sea
rota.
Este
es uno de los errores más peligrosos de esta teología. Pues al leer el texto de
esta manera, los creyentes se sienten atados a una fuerza maldiciente que ha
predeterminado su infortunio ¡Esto no es cierto! En ningún momento los pasajes
quieren dar esa enseñanza. Como ya dijimos, Dios no maldice a los padres por su
maldad, ni mucho menos reproduce el pecado de los padres en sus hijos. Dios visita,
corrige, reprende, la maldad de los padres; y aún continúa corrigiéndolas en
las generaciones venideras. El propósito de Dios no es hacer que el pecado de
los padres se reproduzca en los hijos, sino, extirpar el pecado, y si para
extirparlo es necesario que Él personalmente visite hasta la tercera y cuarta
generación, lo hará, por amor a los suyos.
3)
Hasta
la tercera y cuarta generación
La
expresión “hasta la tercera y cuarta generación” aparece literalmente en los
cuatro textos. Esto se debe a que dicha expresión corresponde a una fórmula
literaria tal y como lo explicamos en “el
uso del término generación”, por lo que no debe ser leída en forma literal.
Se trata de un término legal para sentenciar la corrección divina que recibirá
el infractor. Es como nuestro moderno: “He dicho, caso cerrado”.
Pero
en este caso tiene un significado teológico importante. Señalar la visita de
Jehová hasta la tercera o cuarta generación, demuestra la misericordia de Dios
frente al pecador; pues su castigo no durará para siempre, porque lo único que
dura para siempre es la misericordia de Jehová, no su castigo.
4)
Grande
en misericordia
Ya
vimos que el término “maldición” no aparece por ningún lado en estos textos.
Más bien, el término “misericordia” es un común denominador en los cuatro pasajes.
Esto quiere decir que, en contra de lo que dice la teología de las Maldiciones
Generacionales, estos textos no quieren presentar al Dios que maldice, sino, al
Dios que hace misericordia, aún, con los que le fallan.
En
el segundo texto (Ex 34,7), incluso habla de perdonar la iniquidad, la rebelión
y el pecado por su misericordia. Cada uno de estos textos están siendo escritos
para mostrarnos la misericordia de Dios. Lamentablemente, la teología de las
Maldiciones Generacionales, ha convertido la imagen del Dios benevolente que
estos textos presentan, en la imagen de un Dios iracundo que, cual brujo
ofendido, lanza maldiciones a quienes le provocan.
Queda claro, entonces, que
en ninguno de estos textos se encuentra algo que pueda fundamentar una doctrina
sobre las maldiciones generacionales. Todo lo contrario, cada uno de estos
pasajes exalta la misericordia de un Dios que se preocupa por nosotros, y que
frente a nuestra iniquidad, nos visitará, sí, pero no para maldecirnos, sino,
para corregirnos, reprendernos y castigarnos si es necesario. Y se quedará en
nuestra casa, si es posible, unas cuantas generaciones más, hasta que su
misericordia y su cuidado lo inunde todo, y lo transforme todo.
Pueden haber otros textos
donde esta teología intente legitimarse, como: Dt 11,28; 28,20; Pr 3,33; Is
43,18 Jr 26,6; Dn 9,11; Mal 3,9; y muchos otros, pero en ninguno encontrará un
verdadero sustento para hablar de una “maldición generacional”. Por el
contrario, sí hay textos explícitos donde Dios expresa su “bendición
generacional”, no para tres, cuatro, o cinco generaciones, sino, para mil, es
decir, infinitamente:
Deuteronomio 7,9
“Conoce, pues, que
Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los
que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”.
Además,
esto de andar cargando la maldición de los padres sobre los hijos, no es parte
de la teología bíblica:
Deuteronomio 24,16
“Los padres no
morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su
pecado”.
Finalmente,
quiero decir que lo dicho en este estudio, no invalida que en las familias existan
patrones recurrentes de comportamiento. Pero eso, debe ser entendido y tratado
en el marco de una atención responsable y personalizada, pues cada particularidad
familiar es una realidad compleja. No es justo para las familias de las
iglesias, que pretendamos explicarles su situación con un simple: “se trata de
una maldición generacional. Ven al siguiente encuentro y serás libre”. Cada
familia debe librar su propia batalla, muchas como consecuencias de un error
que ellos mismos cometieron, o por errores que cometieron los padres al
criarlos. Pero en vez de poner una carga más en el corazón de esa familia,
diciéndoles que están malditos, leamos estos mismo textos, y enseñémosles que
en medio de nuestras, luchas, rebeldías y pecados, Jehová nos visitará, tal vez
con brazo fuerte y reprensión divina; pero no nos soltará, ni a nosotros ni a
nuestros hijos, ni a los hijos de nuestros hijos, sino que, su misericordia
estará con nosotros hasta por mil generaciones, hasta que aprendamos a amarlo y
guardar sus mandamientos.
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3 comentarios:
exelente Jose
Espectacular,de oportuna edificación...Benciciones,
Muy oportuno para la edificación de la iglesia actual.
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