martes, 20 de septiembre de 2016

EL VALOR DE UNA ESPERANZA QUE DUELE - Por: Abiud Fonseca




En esta oportunidad, les presento una reflexión presentada por mi amigo, el pastor Abiud Fonseca en una de las reuniones familiares en "Capilla del Valle" - Quito.


 “Y David respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí”  1 Samuel 12.22-23

Me gustaría tener la plena seguridad para decirles que los problemas de todos serán solucionados, que mañana caerá dinero y todos pagarán sus deudas, que todos los enfermos sanarán, que todos los hogares rotos serán reconstruidos. Me gustaría, pero no puedo, porque no será así. No porque no crea en un Dios de milagros, sino porque también creo en un Dios que le ha dotado al ser humano de una herramienta poderosa que le hace vivir triunfante a pesar del dolor: LA ESPERANZA, creo en un Dios de esperanza.
La vida no es fácil para ninguno, y en medio del sufrimiento, pedimos y buscamos con afán algo que nos saque prontamente del dolor, pero yo me pregunto, ¿eso es “esperar” o “desesperar”?. Queremos ser sanados, tener más dinero, conseguir un mejor empleo, salir de la pobreza, reconciliarnos y muchas otras cosas; y pedimos ansiosamente a Dios que haga un MILAGRO, sin embargo la respuesta que queremos no llega. ¿Será que más bien debemos aprender a vivir, poniendo nuestra esperanza en las cosas que Dios nos ha dado y no en las que aún no nos da?
¡Señor sana a mi hijo, resucítalo!, eso quería la gente que David hiciese en el texto de arriba, pero él dijo: ¿para qué?, ¿podré yo hacerle volver? No, lo que puedo hacer es vivir sabiendo que yo voy a él y lo veré, no que él volverá a mí. ¿Duele verdad?, pero vale, vale más que poner esperanzas en cosas que no pasarán…
El pueblo de Israel, así como tú y yo, atravesó por muchas situaciones críticas, lo interesante es que en todas ellas siempre recordaban y leían el libro de Job. Y es que la historia de Job es dura, pero esperanzadora. Su historia es como la de muchos de nosotros. Él lo tuvo todo, pero por largos años sufrió el dolor de la espera: perdió su familia, su riqueza, su poder y su salud, y miraba a su alrededor cómo las cosas eran mejores para otros, y para él cada vez la situación era más caótica. Pero Job en su humanidad incrédula y débil, en medio del más terrible dolor humano tuvo que aprender a vivir con esperanza.
La esperanza nace cuando honestamente nos comenzamos a hacer muchas preguntas, pero la desesperación llega cuando nos quedamos sólo en las preguntas. Job tuvo muchas preguntas y no las ocultó, sino que las expresó libremente llegando a increpar al mismo Dios. Pero lo interesante es que el desesperado Job encontró el camino a la construcción de una esperanza, preguntando, inquiriendo y peleando con el mismo Señor.
No debemos tener miedo de mostrarnos ante Dios tal como somos y estamos, porque siendo honestos con él, podremos construir nuestra esperanza como lo hizo Job. Los problemas nos deprimen, entristecen, agobian, enojan… Y ¿por qué Dios no debe saber de nuestra situación?

1.      ¿CUÁNDO COMENZÓ TODO? (Job 29)
Job levantó su voz y dijo:
“¡Quién me volviese como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba!... Como fui en los días de mi juventud… Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente…”
-          En medio de la dificultad, siempre miramos al pasado procurando encontrar el porqué de nuestra situación.
Yo era tan feliz, tan próspero, tan sano… pero, ¿qué pasó?... Ojalá volviesen los días cuando todo era bueno. Muchas veces las cosas malas llegan cuando nada digno de castigo hemos hecho. Hemos vivido bien, por lo menos mejor que los que nos rodean, y a pesar de eso llega la enfermedad, el dolor, la tragedia a nuestras vidas, pensamos ¿en qué fallé?, ¿en qué momento vino todo esto?
Tengo un amigo pastor que se casó con una gran mujer, excelente sierva de Dios y de un gran corazón, tuvieron su primer hijo, que crecía sano y muy lindo, ellos servían al Señor con muy buen testimonio, un gran conocimiento de la Palabra y un corazón muy generoso. Llegó el segundo hijo, pero el embarazo no fue bueno y la madre, a causa de un raro síndrome, prácticamente expulsó al niño con menos de 7 meses, el niño vivió sólo 40 días y luego murió. La mamá quedó imposibilitada de quedar otra vez embarazada. Al cabo de algunos meses, el hijo mayor enfermó de fiebre, los doctores no supieron controlar esa fiebre y después de una semana de lucha, también murió.
¡Quién me volviese como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba! ¿Por qué, por qué, por qué? Son preguntas que inundan. Pero, ¿acaso creemos que con los muchos porqués haremos que la situación revierta? Mirar el pasado y buscar razones no solucionará nuestro problema, ¿cómo podemos corregir lo que ya fue?, ¿será más bien que debemos mirar el futuro y construirlo con lo que hoy somos, tenemos y podemos?
-          Y comenzamos a increparle a Dios: ¿Dónde estuvo cuando inició todo nuestro dolor?, o ¿por qué nos envió tanto dolor?
Y es que viene gente y nos dice que seguramente Dios ha tenido algún propósito con nosotros, que quiere darnos una lección o que por algún diseño divino estamos sufriendo. Palabras que pueden generar cierta paz, hasta que comenzamos a preguntarnos, ¿y qué propósito injusto tiene Dios con nosotros que nos manda semejantes males?, ¿quién es ese Dios que ha diseñado un macabro plan para darnos una lección?, ¿qué lección quiere darnos con un mal tan doloroso?
Cuando sus amigos vinieron a Job con esas palabras, él proclamó:
“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, y llenaría mi boca de argumentos… Mis pies han seguido sus pisadas; guardé mi camino, y no me aparté. Del mandamiento de sus labios nunca me separé; guardé las palabras de su boca más que mi comida. Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo… Dios ha enervado mi corazón, y me ha turbado el Omnipotente” Job 23
Y es que nos empecinamos a encontrarle razones a todos nuestros males, y cuando no las encontramos, se las cargamos a Dios, y en vez de encontrar paz, más bien generamos más desesperación: ¡Por qué Dios!
Entonces, DEJA DE PREGUNTARTE POR EL PASADO Y MIRA LO QUE HA DE VENIR… DUELE, PERO VALE… Esa es la esperanza, ver al Dios que ayuda y ayudará, y no culpar a Dios por andar determinando lecciones injustas para nosotros.

2.      ¿POR QUÉ DIOS SE ENSAÑA CONMIGO? (Job 10)
“Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué contiendes conmigo ¿Te parece bien que oprimas, que deseches la obra de tus manos?... Tus manos me hicieron y me formaron; ¿y luego te vuelves y me deshaces?... Renuevas contra mí tus pruebas, y aumentas conmigo tu furor como tropas de relevo”
-          Cuando el dolor es tan fuerte y las cosas parecen empeorar, comenzamos a creer que somos los dueños de todo el dolor del mundo y que Dios se ha ensañado contra nosotros.
¡Qué palabras fuertes las de Job!, pero ¿no has sentido tú lo mismo alguna vez? Cuando acaba de suceder algo y viene otra tormenta, y otro dolor: “Renuevas contra mí tus pruebas, y aumentas tu furor”.
Y es que no aceptamos la vida, ni el camino que nos ha tocado caminar sin quejarnos y culpar a Dios de nuestras desgracias. Queremos que la vida sea como nosotros la deseamos, nuestro capricho y egoísmo nos nublan y nos hacen pensar que sólo hay felicidad cuando todo nos sale como lo hemos pensado, y nos desesperamos cuando algo sale fuera de nuestro control.
No estaba esta enfermedad en mis planes, entonces, ¿La vida dejó de ser vida?, ¿dejó de tener razones?... y lo peor es que justificando nuestro egoísmo, culpamos a Dios de nuestras desgracias.
Y es que es tan difícil ver al Dios que infunde valor, fuerza, ánimo, ¡vida!; y más bien preferimos cuestionar su amor y su justicia.
“¿Por qué me sacaste de la matriz? Hubiera yo expirado, y ningún ojo me habría visto… Cesa, pues y déjame, para que me consuele un poco” (Job 10.18)
-          Muchas veces responsabilizamos a Dios de nuestras desgracias y nos olvidamos que las cosas de la vida sólo suceden, y no es que Dios nos quiera hacer daño.
Me gusta el salmo 121 que dice: “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro?”… Pero nuestra oración a veces es: Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vino mi desgracia? Porque creemos que Dios ha diseñado todo para hacernos mal… Cuando, en realidad, el mal viene por algún descuido nuestro, o por personas que hacen el mal, o por accidentes. En medio del problema, Miremos al Dios que nos ayuda y no lo culpemos más

3.      ¿POR QUÉ A OTROS SÍ Y A MÍ NO? (Job 21)
Pero hay más preguntas, más porqués. Job miraba a su alrededor y veía a los injustos tener mejor condición que él y decía:
“¿Por qué viven los impíos, y se envejecen, y aún crecen en riquezas?... Ni viene azote de Dios contra ellos… Dicen… ¿Quién es el Todopoderoso para que le sirvamos?”
-          Nos duele que siendo “justos y buenos” nos vaya mal y a otros “no son tan buenos” les vaya mucho mejor.
-          Nos decepciona que otros se sanen, consigan trabajo, obtengan milagros y nosotros no.
Queremos obligarle a Dios a hacer lo que nosotros queremos ¡Haz un milagro! Vemos que otros sanan y nosotros no, y nos preguntamos ¿por qué? Y nos desesperamos procurando forzar a Dios a hacer algo para que nuestra vida sea lo que nosotros hemos entendido por vida.
Una amiga que tiene una hija con síndrome de Down, dijo algo realmente muy sabio, cuando unos amigos comentaron: Pobrecita, cuánto sufrimiento, qué pena por tu hijita, no debe tener una vida normal, mi amiga respondió: Por el hecho de tener una vida diferente a la nuestra no significa que sea peor que la nuestra. Ella disfruta cada momento y no ha tenido que ser como nosotros para ser feliz.
Pero duele entenderlo, que no tengamos algo que otros tienen, no significa que nuestra vida es peor o más miserable. No significa que debemos obligarle a Dios que haga con nosotros como lo ha hecho con los demás.
Si ves a otros recibir milagros, no significa que tu vida es peor que la de ellos, ni significa que tú necesites de ese milagro para vivir bien, porque puedes vivir bien con otras cosas que de seguro ni cuenta te has dado que tienes.
Pero, en nuestra obstinación, como Job decimos:
“Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes. Te has vuelto cruel para mí, con el poder de tu mano me persigues” (Job 30.20-21)

4.       DIOS DICE: ¡PÓRTATE COMO “HOMBRE”! (Job 40)
Entonces Dios respondió a Job diciendo:
“Pórtate como hombre y responde: ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?... ¿Quién ordenó sus medidas si lo sabes?... ¿Has mandado tú a la mañana en tus días?, ¿has mostrado al alba su lugar?... ¿Es sabiduría contender con el Omnipotente?...”
Será que también necesitamos que Dios nos responda claramente diciéndonos: ¡Pórtate como hombre!, ¡pórtate como mujer! ¿A quién le quieres decir lo que debe hacer?, ¿a quién le quieres obligar a hacer algo sólo porque tú crees que así debe ser?
-          La esperanza en Dios no es obligarle a hacer lo que él no debe o no quiere, sólo para nuestra satisfacción.
La esperanza en Dios no es desesperar por un milagro. Es agradecerle porque Él lo hizo, y agradecerle también si no lo hizo. Esperanza es agradecer a Dios por la vida que nos ha tocado vivir y sacar el mayor provecho de ella. Duele, pero es una esperanza que vale, que da valor a la vida.
“Pórtate como hombre y responde: ¿Invalidarás tú también mi juicio?, ¿me condenarás a mí, para justificarte tú? ¿Tienes tu brazo como el de Dios?” (Job 40.7-9)
-          La esperanza en Dios no sólo es que el dolor se vaya, sino es que debemos tener valor de enfrentar las cosas, aunque esto duela.
No culpemos a Dios de nuestra desgracia, ni le culpemos porque no nos saca del mal en que estamos. Alabémosle porque en medio de la desgracia nos da fuerzas para vivir, agradezcámosle por lo mucho o poco con lo que nos ha tocado vivir. Esperemos su ayuda y aceptémosla y vivamos…
Un sobreviviente judío de un campo de concentración nazi, escribió: “Dios no nos debe nada, nosotros le debemos la vida por los pocos o muchos años que vivamos”.
Entonces debemos tener el valor de enfrentar la poca o mucha vida que Dios nos ha dado y vivir, compartiendo, amando, perdonando, siendo y haciendo felices.
-          La esperanza en Dios es saber que Dios cree en que nosotros podemos: “Y yo también confesaré que podrá salvarte tu diestra” (Job 40.14)
Me gusta mucho la franqueza con que Dios responde a Job, es la misma franqueza con la que hoy nos habla:
“Adórnate de majestad y de alteza, y vístete de honra y hermosura”
Ánimo hermano, ánimo hermana… Vístete de la gloria que tu Dios te ha dado. Revístete de gozo y deja el lamento.
“Mira a todo altivo y abátelo, mira a todo soberbio y humíllalo y quebranta a los impíos en su sitio. Encúbrelos a todos en el polvo…”
Mira tu enfermedad, no es más que polvo; mira tu depresión y abátela, acábala; mira tu tristeza y humíllala; mira tu pobreza, es polvo; quebranta tu dolor, derrota tu aflicción; sé valiente, que no te ganen; esfuérzate que no sean más que tú. Si van a estar allí por el resto de tu vida, humíllalos, abátelos y REAFIRMA TU ESPERANZA EN AQUELLAS COSAS QUE VALEN LA PENA… en ¡Cristo! Que ha venido a darte nueva vida…
Y dice Jehová de los Ejércitos: “Y yo también confesaré que podrá salvarte tu diestra”…
Dios ha puesto en tus manos tu esperanza. Dios te dice: ¡Pórtate como hombre! Tú, sí puedes.
Y si tienes que portarte como hombre, como mujer, por toda la vida, hazlo. Seguramente dolerá, pero vale. Porque estarás poniendo tu esperanza en lo que construye, a pesar que tengas que aceptar vivir con un dolor en tu cuerpo; el apóstol Pablo vivió con un aguijón en su carne toda su vida, pero vivió triunfante.

Hermano, hermana… SI EL SUFRIMIENTO NUNCA SE VA, QUE TU ESPERANZA NUNCA SE AGOTE… PORQUE ALGÚN DÍA, JESÚS MISMO LO DIJO, ALGÚN DÍA DIOS SECARÁ TODAS NUESTRAS LÁGRIMAS.
Job esperó con dolor, y triunfó porque recuperó todo lo que había perdido.
Pero aún si en esta vida no logramos recuperar o alcanzar lo que buscamos, Si no nos sanamos, si nuestros padres no se reconcilian, si no logramos el trabajo deseado, si no regresa el que nos abandonó… sigamos viviendo con ánimo y fe, porque llegará el día en que:
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor…” (Ap. 21.4)
Así es hermano y hermana, cuando él venga por nosotros NO HABRÁ MÁS LLANTO, NI DOLOR… Cuando Jesús venga, nuestra esperanza habrá triunfado… Nuestra esperanza habrá alcanzado la meta.
Y Jesús dice: ¡He aquí yo vengo pronto!... Renueva tu esperanza en las palabras que él mismo dijo: ¡Ciertamente vengo en breve!... Amén, sí, ven, Señor Jesús.

Hay valor en una esperanza, aunque duela.



* Parte de esta reflexión está basada en el libro de Harold Kushner: "Cuando la gente buena sufre".

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